En
1998, la multinacional Ford España edita en
edición bilingüe “Historia de Ford
en España: Ford Motor Company S.A.E Cádiz
1919-1954”, su segundo trabajo de investigación,
con el que consigue el reconocimiento de la prensa
especializada.
Tras la edición de su tercer
libro "El Penal de El Puerto de Santa María
1886-1981", trabaja en la biografía del
conocido filántropo gaditano Elías
Ahuja y Andría, (Cádiz 1863-New York
1951).
Breve historia de El Penal de El
Puerto de Santa María.
En 1886 el Ministerio de Gobernación
realizó un estudio para conocer la proporción
de los enfermos recluidos en las cárceles
del país. Se descubrió que muchos reclusos
sólo esperaban el cumplimiento de la pena,
en una cama de la enfermería. En ese mismo
año el Estado determina crear una Penitenciaría
Hospital en el exconvento de la Victoria, de El Puerto
de Santa María, aunque el proceso se demoró cinco
años por la mala situación del Tesoro.
El 30 de abril de 1891 fue nombrado primer director
de la Penitenciaría José Millán
Astray, padre del creador de la Legión.
Tras numerosas obras de acondicionamiento,
el 25 de abril de 1896 llegaron los primeros presos,
procedentes de Ceuta, amarrados y custodiados por
varias parejas de la Guardia Civil. La situación
de insalubridad era tal durante esos primeros años,
que los propios médicos declinaban su responsabilidad,
denunciando públicamente que los locos, ya
residentes en la Penitenciaría, dormían
en el suelo solos y aislados, teniendo como único
tratamiento la camisa de fuerza. Los principios del
establecimiento penitenciario están llenos
de anécdotas, propias de un centro de reclusión
en el cual se mezclan cientos de individuos con distintos
orígenes delictivos. El primer incidente ocurrido,
lejos de ser un altercado sin importancia, fue el
asesinato por parte de los presos del administrador
del Penal Manuel García Torres.
Durante los primeros años,
las fugas fueron constantes y no resulta difícil
imaginar a los presos tuberculosos corriendo por
las calles de la ciudad y la descontrolada alarma
social que ello producía. Esta situación
de inseguridad, junto a la marcha del Batallón
que custodiaba el penal, obligó a las autoridades
a la supresión de la Penitenciaría
Hospital. Con el paso de los años, la situación
mejoraría sustancialmente, teniendo en cuenta
que hablamos de una Prisión Central de alta
seguridad. Sin embargo, la guerra civil y la dura
posguerra volvieron a traer un drástico empeoramiento.
De una parte la elevada cantidad de prisioneros de
guerra y presos por delitos no comunes aumentó la
población reclusa hasta cifras que desbordaban
con mucho su capacidad. En el Penal convivían
más de seis mil presos. De otro lado, la división
de los españoles en dos bandos se reflejó en
la opresión de los vencidos por los vencedores.
Durante la posguerra, el estado
sanitario volvía a ser pavoroso. El desproporcionado
número de presos hacía que el ambiente
en las “brigadas” o dormitorios fuera
irrespirable, aunque las ventanas estuvieran abiertas
de día y de noche. Los presos dormían
en colchones de paja o de hoja de maíz, cada
uno con un espacio máximo de 45 centímetros.
A esto se le puede añadir la cantidad inverosímil
de chinches, piojos pulgas moscas y una suciedad
extraordinaria. El hambre y las enfermedades que
azotaron entonces a todo el país se hicieron
especialmente patentes en el interior de la prisión.
Es significativo que durante el régimen franquista
casi todos los directores generales de prisiones
fueran militares.
Los años cincuenta contemplan
la disminución efectiva del número
total de reclusos y la reconstrucción dentro
de las prisiones de células de los partidos
políticos y organizaciones sindicales clandestinas.
Los detenidos empiezan a luchar activamente por sus
reivindicaciones. La convivencia de comunistas, anarquistas,
socialistas, etc., con presos comunes, produjo el
nacimiento y desarrollo de una conciencia social
en las cárceles y las primeras luchas comienzan.
Luchas que no han quedado registradas en parte alguna,
que no fueron publicadas en ningún periódico
y que fueron brutalmente silenciadas y reprimidas.
Durante los años 60 estallan
los primeros motines y posteriores represiones que
van recorriendo El Puerto de Santa María,
Córdoba, Cartagena, Ocaña, El Dueso,
Segovia y Carabanchel. La lucha de los presos entra
en una etapa. En las cárceles empiezan a entrar
otros presos, dirigentes obreros y militantes de
partidos y se abre otro frente: la lucha por ser
calificados como presos políticos.
Durante sus últimos años
de existencia, el penal fue conocido entre todos
los presos de España como difícil,
con un régimen durísimo, sanciones
continuadas, centenares de días seguidos en
celdas de castigo, trato discriminatorio y una persecución
constante para la que había que tener una
resistencia humanamente asombrosa. La muerte del
Caudillo supuso la esperanza de libertad para muchos
presos sociales y políticos, que quedaron
a la espera de una Amnistía General. En aquellos
duros años de reivindicaciones y represión,
cuando los presos llegaban al Penal de El Puerto
de Santa María pensaban que ya estaban perdidos:
Lo primero que se encontraban a su llegada era la
suelta del Jefe de Servicios “¡ojo! y
mucho cuidado que estás en El Puerto, así que
ya sabes…” La tragedia para los presos
comenzaba por el vestuario, ya que lo primero que
hacían al llegar era uniformarles con un traje
de penado que debían llevar puesto obligatoriamente.
Puede decirse que el que llegaba al penal era para
pasar una larga temporada.
El 20 de julio de 1981 a las 9
de la mañana, y aunque pasó desapercibido
en todos los medios, al morir ese día el insigne
escritor gaditano José María Pemán,
comenzó a funcionar el nuevo Penal de El Puerto,
tras haber llevado a cabo el traslado de los reclusos
desde la antigua Prisión Central hasta el
nuevo edificio entre las cuatro y media de la madrugada
y las nueve de la mañana del día siguiente.
El Monasterio de la Victoria, cinco veces centenario,
duerme desde entonces con las vivencias de más
de medio siglo como prisión, y no son pocos
los que, con el dolor y el recuerdo de un familiar
perdido entre sus fríos muros de piedra, recuerdan
la copla que lo hizo inmortal, “mejor quisiera
estar muerto, que verme pa toa la vía / en
este Penal del Puerto / Puerto de Santa María”.
El libro "El Penal de El
Puerto de Santa María 1886-1981", es
el primer trabajo de investigación editado
sobre esta parte de nuestra historia. Con gran número
de ilustraciones, contiene informes de Amnistía
Internacional, la Organización de Naciones
Unidas y C.O.P.E.L. Recorre en orden cronológico
la historia inédita de esta Prisión
Central en la que estuvieron recluidos personajes
como Ramón Rubial, Presidente del Partido
Socialista, Lluhís Companys, expresidente
de la Generalidad de Cataluña o Pablo Rada,
mecánico del Plus Ultra.
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